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viernes, 1 de abril de 2011

La renuncia y lo que viene


El embajador Carlos Pascual, obligado por las circunstancias, presentó su renuncia. No sólo era incómodo para Felipe Calderón y su equipo; en la medida que ya no le contestaban ni el teléfono, dejó de ser útil para los intereses norteamericanos. ¿Se puede considerar esto un triunfo de Calderón? Este "triunfo" del Ejecutivo federal se ve ensombrecido cuando se analiza desde diferentes aristas. Si nos remitimos a la trayectoria del embajador, el contenido de los cables difundidos por WikiLeaks y el estado de las relaciones bilaterales, queda la impresión de que la renuncia de Pascual es un error de cálculo por parte del Gobierno mexicano, sobre todo del presidente Calderón, que se precipitó y no midió las consecuencias.

Los analistas y políticos que lo trataron comentan que existe la percepción sobre el embajador de un profesional, un político serio y prudente, un diplomático comprometido con su país y con la relación bilateral. No encuentran la explicación de la actitud de los funcionarios del Presidente; el embajador fue tratado con desplantes abiertos y toscos, le exhibieron su vida privada y lo aislaron dificultándole su trabajo.

Las opiniones del diplomático fueron vertidas como parte de su trabajo a las instancias superiores, él no las ventiló a los medios y lo que opinó sobre el ejercicio de Gobierno de Calderón y del PAN es su visión de lo que acontece en el país. Lo filtrado exhibe las opiniones del embajador sobre lo siguiente: la descoordinación entre las instancias del Gabinete de Seguridad Nacional; la incapacidad del Cisen para encabezar operaciones de inteligencia; la inflación de la nómina de la Secretaría de Seguridad Pública –en Torreón el Secretario de Gobernación presumió que la Policía Federal ahora cuenta con 34 mil efectivos- y el protagonismo de su titular García Luna; el debilitamiento del PAN en las elecciones locales y lo grisáceo de sus prospectos para la sucesión presidencial. Todos estos datos son públicos.

¿Desde cuándo un embajador de otro gobierno debe pedir el visto bueno del Presidente en el país en que se encuentre para poder dar su opinión sobre el ejercicio de gobierno y la situación político-social a sus superiores? ¿Acaso los embajadores mexicanos en los diferentes países del mundo están instruidos de no informar nada a Calderón y a la Secretaria de Relaciones Exteriores si no tienen el visto bueno del Ejecutivo del país que informan? La información del diplomático Pascual no incurre en infidencia o en traición personal, pues no es empleado de Calderón. Pero al sensible Presidente le molestó que Pascual fomentara relaciones políticas con los críticos abiertos a su gobierno y miembros del priísmo. Hoy se sabe que, en particular, al Presidente le incomodaba el noviazgo entre Pascual y Gabriela Rojas Jiménez, hija de Francisco Rojas, líder de los diputados priístas.

El embajador Pascual se va, le era incómodo a Calderón, ¿pero cómo queda el Presidente ante el Departamento de Estado y el Capitolio? El delito del diplomático estadounidense, según se desprende de la actitud intolerante de Felipe, es que mezclaba su vida privada con su ejercicio público, ¿en qué afecta esto al rumbo del País? Pero si dichas opiniones le incomodan, ¿cómo le disgustará la posibilidad del regreso del PRI a Los Pinos? ¿Hasta dónde está dispuesto Calderón a que eso no suceda? ¿Qué está dispuesto a hacer para poner todos los obstáculos posibles? Ahí están las campañas de lodo, las alianzas con el PRD, el uso indebido de los programas sociales, la imposición de candidatos albiazules pisoteando los derechos de los militantes de su partido y la caza de priístas resentidos para imponerlos de candidatos de sus alianzas.

El Presidente pidió el cambio del embajador, pero no ha dicho nada de los funcionarios de su gabinete que sin el menor recato y sin el conocimiento a sus superiores pasaban la información que se filtró en WikiLeaks. Todo este desenlace apunta a que el desaseo con que se trató el caso del embajador Pascual deteriora aún más las relaciones entre México y Estados Unidos, y la renuncia no resuelve la percepción que hay sobre México en el extranjero. Ahora sólo falta esperar la llegada del próximo embajador para concluir quién ganó, si Calderón o Estados Unidos.


Salvador Hernández Vélez
jshvelez@hotmail.com

 

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