La descripción e interpretación de los prototipos simbólicos laguneros, desde el canto cardenche hasta las visiones de los escritores actuales se rescatan en la obra Arqueología de un imaginario: La Laguna, de Edgar Salinas Uribe.
La visión de los laguneros trazada en estas líneas, en la conformación de la Laguna, nos describe el tipo de ciudadano que se ha forjado a lo largo de una travesía por el desierto y por los ríos Nazas y Aguanaval. Dichos ríos trazaron las fronteras imaginarias de la Laguna con lo errático de sus avenidas, sus aguas se desplazaban en aquellos años a capricho sobre una parte del desierto chihuahuense. Durante muchos años la Laguna fue habitada por pueblos nómadas. El cronista Sergio Corona, enumera treinta grupos, entre ellos tobosos e irytilas, quienes fueron sustituidos por otros nómadas extranjeros como chinos, alemanes, españoles, norteamericanos, árabes e ingleses, y por nacionales zacatecanos, jaliscienses y michoacanos entre otros.
Hace más de cuatrocientos años llegaron a la región un grupo de vascos en compañía de varios frailes franciscanos y de jesuitas acompañados de indios tlaxcaltecas. Ello puede explicar el desarraigo de los laguneros, siempre en la nostalgia. El legado simbólico de la Laguna está muy ligado a miles de personas que sin ser originarias de este lugar se arraigaron en estas tierras desérticas que los recibió entre abrazos de espinas de cardenche y noas. Del encuentro entre nómadas y el semi desierto lleno de cactus que los acogió, nació la canción cardenche. Un canto que como dice Edgar "se tejió con sotol, desierto, mucho trabajo, cansancio, explotación y exceso de nostalgia". Aquí se encuentra tal vez el origen de la fatiga, de la nostalgia y el sentido del canto del dolor, del cardenche. El canto cardenche pertenece a los que poco o nada tienen. El canto de los peones acasillados pertenece a la época de la bonanza algodonera y del crecimiento económico de la región.
En 1909 Torreón daba fe entre llegadas y salidas de veintisiete trenes diarios. Este auge está muy ligado al agua, el algodón y la riqueza la exigen. Pero el vital líquido a la vez es fuente de conflictos. Incluso en nuestros días, por la sobre explotación del acuífero, el contenido de arsénico se ha acrecentado. Hablar de agua en la Laguna necesariamente nos remite al Nazas, al Aguanaval, a las nasas que se usan para pescar, a los tajos, a las acequias y a las parcelas, y por supuesto al algodón, y cada cierto tiempo a las inundaciones y a las sequías.
Esto ha ido forjando al lagunero. La comarca en su primera etapa fue agrícola, por ello hasta el momento el imaginario colectivo nos considera una región rural. Pero la Laguna ya no es nada más tierra de grandes agricultores y terratenientes, o de "Padres fundadores de la Laguna", como los define Edgar. En esta imaginaria travesía que nos ofrece Edgar Salinas llegamos a una Laguna que después de pasar por la revolución, por la construcción del distrito de riego, por el desarrollo agropecuario, por la apertura de miles de pozos, ahora somos una región predominantemente urbana, más comercial y de servicios e industrial. En ella los principales beneficiados son los Hijos de la Laguna, los hijos de los Padres fundadores, los que en la fiestas como lo expresa Edgar en boca de Magdalena Mondragón "respira(n) alegría pero no elegancia", y en relación a la pasividad de la clase media Mondragón expresa "... la clase media culta ... tiene miedo de decir algo, se concreta a vivir, a comer, a dormir, ...". Y en el Hijo del campesino "... se agita el deseo de liberación, ..., pero tienen que ser ayudados por el gobierno...", y la Hija del campesino ausente de este imaginario. Edgar nos recuerda la Laguna dibujada por el maestro Saúl Rosales, "...como la región del moyote, de los ventarrones que bufan y -las noches de terregal-". Esta tierra es un lugar de cruce, de los ríos Nazas y Aguanaval, de las vías del ferrocarril y de las carreteras. En algunas épocas esto ha sido fuente de desarrollo, en otras como en la revolución, y ahora en la guerra contra el narcotráfico, de preocupación y de zozobra.
Por la escasez del agua, porque llueve menos y porque los acuíferos se sobre explotan, la Laguna se perfila hacía actividades no agropecuarias, impulsadas por los Hijos de la Laguna, pasan de ser sobre explotadores del acuífero y de los campesinos a ser de los trabajadores. Sin duda la ciudad es el espacio de referentes simbólicos interpuestos. Edgar refiriéndose a los libros del escritor Jaime Muñoz nos habla del Santos y de la "otra Laguna". El negocio televisivo ha contribuido a la imposición cultural del fútbol, creando así un nuevo símbolo para los laguneros: el Santos. Y en la "otra Laguna" la avenida Morelos, dejó de ser el paseo de los adinerados a lugar de prostitución. El Nazas de cine chic a cine porno y a ser rescatado como el teatro más grande de la ciudad. Este fenómeno se expande por debajo de la tierra, como la violencia que nos aterra cada día, que hubiésemos querido no padecer. Finalmente como deja asentado Edgar Salinas: "La esfera de lo simbólico lagunero no escapa a las dinámicas políticas y económicas del terruño desértico donde se ha generado". Yo agrego que nuestro legado se ha arraigado en estas tierras desérticas que reciben a conacionales y extranjeros entre abrazos de espinas de cardenche y noas.
Salvador Hernández Vélez
jshvelez@hotmail.com
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