Páginas

martes, 12 de octubre de 2010

Juntos, pero separados.

En las ciudades se han incrementado los fraccionamientos cerrados, con policía en la entrada. Con la guerra declarada al crimen organizado por el presidente Calderón, el miedo pulula con más intensidad, y se instala en los rincones de la ciudad. En las colonias abiertas, sus habitantes presionan para que les permitan instalar bardas. El robo de autos y de casas habitación están desbordados. Según los periódicos los delincuentes aprehendidos venden los autos en cinco mil pesos, ¿qué estamos viviendo? 

Las fuerzas globales han llevado a los países a una mayor liberalización y en consecuencia a un exacerbado individualismo. Los ciudadanos cada día somos más incapaces para desarrollar formas solidarias que nos permitan enfrentar el pánico. Esta tarea de afrontar los temores está cada vez más en manos de los individuos. Ellos hacen grandes esfuerzos pero las exigencias del mercado se aplican en desarrollar mecanismos que se oponen a la construcción de formas asociativas y comunitarias, que impiden defenderse de los miedos. La libre competencia a una velocidad vertiginosa destruye los vínculos sociales y la protección se desmorona, cae bajo el peso de las fuerzas del mercado. Sin embargo, todos estamos empecinados en mercantilizar no sólo la economía, sino también la educación, la familia, la cultura, el arte y la religión. Todo sometido al peso del mercado.

Zygmunt Bauman lo deja muy claro en la siguiente cita: "Tan pronto como la competencia sustituye a la solidaridad, los individuos se ven abandonados a sus propios recursos, lastimosamente escasos y a todas luces insuficientes". Estamos ya hace tiempo, desde antes de la guerra al narcotráfico, inmersos en un proceso de desintegración de los vínculos familiares y colectivos. El individualismo se expresa de la manera más descarnada. Y los miedos no logran liberalizarce en los espacios cerrados, en todo caso se incuban, se fortalecen, y se desatan en el momento en que los ciudadanos abandonan sus guaridas.

Lo más preocupante es que en los espacios cerrados, la gente vive junta, pero separada, sin lazos comunitarios, y estas actitudes en vez de ser un refugio frente a los peligros, son la fuente de incubación de miedos y de actitudes "de a mi que me importan los demás". Stephen Graham y Simon Marvin estudiosos de estos comportamientos en la época de la globalización concluyen: "Sin embargo, en esos lugares suele existir al mismo tiempo una sensación palpable, cada vez más acusada, de desconexión local entre espacios y personas físicamente cercanas, pero social y económicamente distantes". Ésta desconexión no ayuda a hacer frente al peligro.


He oído comentar a ex compañeros del Tec Laguna que la violencia que estaba en la sierra ya se bajó a las ciudades. Antes las bandas del narcotráfico se refugiaban en las áreas rurales más alejadas. Nan Ellin, estudiosa de las tendencias urbanas, concluye que protegerse del peligro fue "uno de los incentivos principales para construir ciudades, cuyos límites se definían a menudo con grandes murallas o vallas: desde los antiguos pueblos de Mesopotamia hasta las ciudades medievales y los asentamientos de los nativos americanos". Pero ahora la ciudad está más identificada con el peligro que con la seguridad.

Porque en la ciudades se instaló el miedo -este es el verdadero peligro para México, al que nos ha llevado Calderón- crecen los fraccionamientos cerrados y el convencimiento de los vecinos a construir bardas en calles para aislar sus colonias, nos estamos convirtiendo en una ciudad en la que se evita lo más posible salir a la calle, en la que crece el temor. Se deja de ir a los restaurantes, a la Alameda, al Bosque, a reuniones nocturnas. Desde el problema de la inseguridad sólo visito de día mis familiares en Viesca, San Pedro, Lerdo, Matamoros o Francisco I Madero ¿Hasta cuándo viviremos con la incertidumbre de una balacera, un asalto o un reten?.

Salvador Hernández Vélez


jshvelez@hotmail.com

1 comentario:

  1. Cierto y lo vivo. En mi colonia, no existe la solidaridad entre sus vecinos, cada quien vive en su "propio mundo" sin importarle que le pasa a cada quien, es raro que algunos se hablen, muy raro. Es triste que los ciudadanos Torreonenses esten en esta situación a pesar de la inseguridad en la que estamos inmersos "Todos los días, a cualquier hora", ya no podemos salir como antes, nuestra vida social ha sufrido un cambio radical, Hace unos días, al café que asistía por las noches para pasar una buena velada con amigos, ha sido clausurado, porque balearon a una persona, (que muchos piensan que no es grave, pues no atentaron contra más individuos, así sea uno o cien, NO ES POSIBLE) mi tristeza y enojo crece en cada momento, al pensar en que un lugar en donde se le daba espacio a la cultura y talentos laguneros, se ha ido. Ya no existe, y con ello todas las anecdotas y el único lugar que yo creía seguro y en donde presumía "Ahí no pasa nada, es seguro", pensar que asistiría a ese lugar esa noche, pero decidí ir al cine, me deja sin palabras.

    Como sociedad no nos queda más que estar unidos, que el temor no gane vivir entre nosotros.

    ResponderEliminar