En un artículo Eduardo Holguín plantea que le gusta debatir sobre “dogmas de fe, credos, doctrinas y otros sinónimos asociados a la polisemia del término ideología política” e intitula su columna La traición de las ideologías. Claro que el término “ideología política” tiene una pluralidad de significados. Con la idea de participar en este debate me parece necesario precisar algunos aspectos sobre ello. Partiendo de la definición de ideología que asume Holguín: “como un cuerpo de creencias organizadas alrededor de unos valores centrales”, en primer término habrá que dejar claro que la “ideología” es un sustantivo femenino, es un objeto que no puede por sí mismo ejecutar acciones, necesita del sujeto que lleve a cabo la acción, por lo que las ideologías no pueden traicionar.
Y Holguín remata su argumentación con esto: “A mi la palabra ideología no me gusta. Se asocia a sistemas políticos que han flagelado y postrado a la humanidad: comunismo, capitalismo, fascismo”. Pero líneas arriba pontifica que está de acuerdo con Armando Luna “siempre y cuando su noción de ideología coincida” con la mencionada en el párrafo anterior. Entonces no es que no le guste la palabra “ideología”, más bien parece que no le gusta las posiciones de los que sostienen “un cuerpo de creencias” sustentados en otros “valores centrales”, que no son las de él.
Ya Fukuyama habló hace años, a raíz de la caída de Muro de Berlín sobre el fin de las ideologías. Pero la realidad es más terca que nuestras filias y fobias. Digámoslo en voz de Enrique Krause en Travesía Liberal: “...el siglo XXI a comenzado de verdad con su cauda de perplejidades y amenazas. Entre ellas está la reaparición del totalitarismo bajo la máscara de la religión, la raza, la etnia y la cultura: fanatismos de la identidad”. Así que las ideologías nos gusten o no, ahí están. Todos los individuos vivimos en una determinada representación del mundo y esta deformación imaginaria depende de nuestra relación con las condiciones de existencia en que interactuamos. En consecuencia todo “sujeto” actúa conforme a sus “ideas” que le inspira su “conciencia”. Las “ideas” de un sujeto humano existen en sus actos y si ese no es el caso, la “ideología” le presta otras ideas que correspondan a los actos que realiza. En concreto: “no hay ideología sino por y para sujetos”.
Ahora tomemos unas ideas prestadas de Martha Harnecker que nos ayudan a reflexionar sobre este tema de las ideologías. El hegemonismo imperialista, el de los Estados Unidos de América, en ésta época de la globalización, el que se instaló después del fin de la guerra fría, demanda que los latinoamericanos sean “hombres del imperio”, al decir del religioso Girardi, que piensen con la vista puesta en el modelo norteamericano y den la espalda a la comunidad en que viven. Que sean a imagen y semejanza de lo gringo. Para ello hay que alcanzar su desideologización. Hay que destruir su cultura, su idiosincrasia, su pasado, presente y futuro. He aquí la tarea de primer orden para los ideólogos de la reacción.
Un claro ejemplo de esto es la actual presentación mistificada de la democracia como un supuesto baluarte histórico inherente a las fuerzas conservadoras y corrientes liberales latinoamericanas. Así se ostenta el PAN, impulsor de la normalidad democrática. Esto persigue al menos dos objetivos muy condicionados el uno con el otro, según Harnecker: a).- El vaciamiento del contenido popular revolucionario de la democracia, b).- Su sustitución por una supuesta aspiración electorera parlamentaria, como si la vida democrática de un pueblo se redujese a la posibilidad de elegir algunas figuras del gobierno entre dos o más partidos. La actual campaña ideológica oficial, pretende reducir a esto el ideal democrático del pueblo. Y para que esta pretensión se transforme en realidad necesita un complemento indispensable: estigmatizar a las fuerzas políticas que tradicionalmente luchan por objetivos democráticos en Latinoamérica.
La decepción de la política y de los políticos que crece día a día no es grave para la derecha, pero para la izquierda si lo es. La derecha puede perfectamente prescindir de los partidos políticos, como lo demostró en la época de las dictaduras en América Latina. La fuerzas democrático-populares en la medida en que necesitan construir una fuerza social antiglobalizadora, para transformar cualitativamente la sociedad no pueden prescindir de un instrumento político (lease partido político). Ésto porque la transformación no se produce espontáneamente, las ideas y valores que prevalecen en la sociedad neoliberal y que justifican el orden existente invaden toda la sociedad e influyen muy especialmente en los sectores menos desprotegidos. Por eso las ideologías pueden ser el arma de defensa de los más desprotegidos, para que cada pueblo sea producto de su propio desarrollo y no imagen y semejanza de lo gringo.
jshvelez@hotmail.com
Y Holguín remata su argumentación con esto: “A mi la palabra ideología no me gusta. Se asocia a sistemas políticos que han flagelado y postrado a la humanidad: comunismo, capitalismo, fascismo”. Pero líneas arriba pontifica que está de acuerdo con Armando Luna “siempre y cuando su noción de ideología coincida” con la mencionada en el párrafo anterior. Entonces no es que no le guste la palabra “ideología”, más bien parece que no le gusta las posiciones de los que sostienen “un cuerpo de creencias” sustentados en otros “valores centrales”, que no son las de él.
Ya Fukuyama habló hace años, a raíz de la caída de Muro de Berlín sobre el fin de las ideologías. Pero la realidad es más terca que nuestras filias y fobias. Digámoslo en voz de Enrique Krause en Travesía Liberal: “...el siglo XXI a comenzado de verdad con su cauda de perplejidades y amenazas. Entre ellas está la reaparición del totalitarismo bajo la máscara de la religión, la raza, la etnia y la cultura: fanatismos de la identidad”. Así que las ideologías nos gusten o no, ahí están. Todos los individuos vivimos en una determinada representación del mundo y esta deformación imaginaria depende de nuestra relación con las condiciones de existencia en que interactuamos. En consecuencia todo “sujeto” actúa conforme a sus “ideas” que le inspira su “conciencia”. Las “ideas” de un sujeto humano existen en sus actos y si ese no es el caso, la “ideología” le presta otras ideas que correspondan a los actos que realiza. En concreto: “no hay ideología sino por y para sujetos”.
Ahora tomemos unas ideas prestadas de Martha Harnecker que nos ayudan a reflexionar sobre este tema de las ideologías. El hegemonismo imperialista, el de los Estados Unidos de América, en ésta época de la globalización, el que se instaló después del fin de la guerra fría, demanda que los latinoamericanos sean “hombres del imperio”, al decir del religioso Girardi, que piensen con la vista puesta en el modelo norteamericano y den la espalda a la comunidad en que viven. Que sean a imagen y semejanza de lo gringo. Para ello hay que alcanzar su desideologización. Hay que destruir su cultura, su idiosincrasia, su pasado, presente y futuro. He aquí la tarea de primer orden para los ideólogos de la reacción.
Un claro ejemplo de esto es la actual presentación mistificada de la democracia como un supuesto baluarte histórico inherente a las fuerzas conservadoras y corrientes liberales latinoamericanas. Así se ostenta el PAN, impulsor de la normalidad democrática. Esto persigue al menos dos objetivos muy condicionados el uno con el otro, según Harnecker: a).- El vaciamiento del contenido popular revolucionario de la democracia, b).- Su sustitución por una supuesta aspiración electorera parlamentaria, como si la vida democrática de un pueblo se redujese a la posibilidad de elegir algunas figuras del gobierno entre dos o más partidos. La actual campaña ideológica oficial, pretende reducir a esto el ideal democrático del pueblo. Y para que esta pretensión se transforme en realidad necesita un complemento indispensable: estigmatizar a las fuerzas políticas que tradicionalmente luchan por objetivos democráticos en Latinoamérica.
La decepción de la política y de los políticos que crece día a día no es grave para la derecha, pero para la izquierda si lo es. La derecha puede perfectamente prescindir de los partidos políticos, como lo demostró en la época de las dictaduras en América Latina. La fuerzas democrático-populares en la medida en que necesitan construir una fuerza social antiglobalizadora, para transformar cualitativamente la sociedad no pueden prescindir de un instrumento político (lease partido político). Ésto porque la transformación no se produce espontáneamente, las ideas y valores que prevalecen en la sociedad neoliberal y que justifican el orden existente invaden toda la sociedad e influyen muy especialmente en los sectores menos desprotegidos. Por eso las ideologías pueden ser el arma de defensa de los más desprotegidos, para que cada pueblo sea producto de su propio desarrollo y no imagen y semejanza de lo gringo.
jshvelez@hotmail.com
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