Hace años mi hermano Martín me propuso que hiciéramos un recorrido desde Torreón, pasar por Viesca, dar la vuelta en el punto trino, (donde coinciden los estados de Zacatecas, Durango y Coahuila) al final de la sierra del Mármol, continuación de la de Jimulco, por San Juan de los Charcos de Zacatecas, Noria de Rusias y Acacio, comunidades de Durango y seguir por la Mancha, luego la presa de Genty, aquí abajo de la cortina se asienta Darias, y más adelante se encuentra el Tanque Aguilereño, nombre de un poblado y de un vaso de agua alimentado por el río Aguanaval, éstas últimas comunidades son de Coahuila.
Al final atravesamos el Cañón de Jimulco y cruzamos el Aguanaval para introducirnos de nueva cuenta a Durango. Pasamos por Picardías y Nazareno, y cruzamos la cuesta de la Fortuna para arribar por el Huarache, municipio de Lerdo, a la entrada de la Perla de la Laguna, lugar por donde entró Villa, en una de las tomas de Torreón después de haber constituido la División del Norte en la Loma, Durango.
La travesía circular fue en un vehículo de doble tracción en compañía de mi papá. Atravesamos el cañón de Ahuichila, y después de treinta y cuatro kilómetros llegamos al Bajío de Ahuichila, del municipio de Viesca. Este camino está recién pavimentado por la administración de Moreira. En el trayecto a Martín le surgió la preocupación de dónde comeríamos, pues se acordó que no llevaba itacate. Le dije: "No te preocupes, en un momento desayunaremos".
En la entrada del Bajío, estaba Don Pedro, lo saludamos y nos invitó a pasar a su casa, en ese momento en la chimenea de leña estaba su esposa haciendo tortillas de harina, desayunamos huevos con frijoles, salsa de chile recién hecha en molcajete y queso de cabra elaborado por ellos. Martín se dejó caer. Le comenté en bajito que no comiera mucho porque faltaban otras invitaciones. Con su acostumbrada desconfianza, no lo creyó, siguió empacando impunemente. Platicamos un rato, y seguimos el camino.
Poco más de una hora anduvimos por un camino que en los cincuenta hicieron cuando explotaban el guayule, para llegar a Noria de Rusias, antes Salitrillo. En ese sitio procesaban la bebida de sotol, ahora viven de tallar lechuguilla, obtener cera de candelilla, y criar ganado. Es un pueblo humilde del municipio de San Juan de Guadalupe, Durango; pero sus pobladores son muy hospitalarios y excelentes anfitriones. Nos pasaron directo a la cocina, nos sirvieron tamales, nescafé con leche de csabra, buñuelos y gorditas de horno. Martín ya no quería entrarle, pedía más estómago. Ignoré su suplica y le dije que la gente se siente despreciada sino no comes lo que con todo su cariño y entusiasmo ponen a disposición de los visitantes.
Después de haber recorrido como cuarenta kilómetros de una brecha muy maltratada, sin mantenimiento, llegamos a Acacio, donde vivimos de niños. Llegamos a la casa de Don José Barrón, con habitaciones de paredes de adobe, pisos de cemento pulido y techos de quiote (la inflorescencia del maguey). Esta casa había sido de mi tío Cleofas Hernández. Rememoramos algunos hechos y actualizamos nuestras vidas. Nos pasaron a la cocina: había pollo empanizado y una rica ensalada. Martín preguntó que dónde compraron los pollos, estaba sorprendido que en una casa tan alejada de la ciudad hubiera estos alimentos. Le contestaron que en el Sam's en Torreón. ¡A comer de nuevo!, mi hermano ya pedía time. Al salir se quedó sorprendido de la antena de skype entre las ramas de un viejo mezquite.
Seguimos hasta La Mancha, pueblo con una vieja estación de ferrocarril, a ciento trece kilómetros de Torreón, sobre la vía de México a Ciudad Juárez. Nos recibieron gustosos los Agüero, compadres de mi abuelo Enrique Hernández. Su casa es de adobe, los corrales están formados por bardas de ocotillos y quiotes. Así que ¡a comer de nuevo! Su cocina tiene una chimenea francesa de leña, está hermosísima, debe tener más de cien años, obsequio de Don Alberto Genty. Ya de noche pasamos a saludar a un amigo de mi papá en Darias. Nos ofreció roscos, atole y tamales de venado. Martín ya no quería más, ya no quería vivir las fiestas navideñas de esa manera. Los laguneros de estas comunidades te ofrecen lo mejor que tienen y te atienden como rey, es un acto de refrendo de la amistad.
¡Próspero año 2011!
Salvador Hernández Vélez
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