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viernes, 25 de marzo de 2011

El Congreso y la gobernabilidad


Hace unos días, conforme a lo que dispone el Artículo 49, fracción V de la Ley Orgánica del Congreso del Estado de Coahuila de Zaragoza, informé ante ciudadanos de Torreón las actividades legislativas correspondientes al segundo año de Ejercicio Constitucional 2010, como diputado integrante de la 58 Legislatura del Congreso del Estado. Aproveché la oportunidad para reflexionar sobre las funciones que nos corresponden realizar a los diputados y sobre la tarea fundamental que asignó a los parlamentos el constitucionalismo liberal: la de coadyuvar con la gobernabildad del Estado.
Va pues la reflexión. La calificación que recibimos los diputados es de las más bajas comparadas con el Ejército y las Iglesias. Sin querer justificarla, pero sí explicarla, creo que es justo reconocer que a diferencia de la tarea del Ejército de velar por la defensa de nuestro País y la de las diferentes iglesias de promover la Fe, la tarea fundamental del Poder Legislativo desde el campo de la real politik, es contribuir a administrar el conflicto político y social ¿Por qué administrar? La teoría del conflicto sostiene que ningún problema tiene solución definitiva.
Lo que para unos es solución para otros no lo es. La solución de un conflicto en la medida que afecta a otros lleva en sí el germen de otros conflictos. Y el proceso de aparición de conflictos continuará a lo largo y ancho del desarrollo de la Humanidad.
Ahora bien, remitiéndonos a los planteamientos de Giovanni Sartori, elegir es una cosa, decidir es otra. El verdadero poder del electorado es el poder elegir quién lo gobernará. El sistema de gobierno así funciona, el votante no decide qué hacer, sino quién hará. Así operan los regímenes de democracia representativa en el mundo. He aquí el meollo, lo que ven o perciben los ciudadanos del ejercicio de los diputados no explica las decisiones de los mismos. Cuando se diseñó el sistema de Gobierno y se estableció la separación de los poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo, el constitucionalismo liberal -entendiendo por liberalismo a la teoría y a la praxis de la libertad individual, de la protección jurídica y del Estado constitucional- confió la función legislativa a los parlamentos, pero esto nunca pretendió convertir a los representantes populares en expertos, en especialistas en Derecho; la pretensión estuvo claramente enfocada a que esos representantes, controlando las leyes, controlarán ipso el poder. Esto se basa en reconocer que si la fuerza de las cosas tiende siempre a generar desigualdad, la fuerza de la legislación debe tender siempre a destruirla.
En el fondo la función sustantiva de los Congresos es controlar el poder, y para ello los Congresos deben coadyuvar para mantener la gobernabilidad y la estabilidad del Estado, así como ayudar al control de los factores de desestabilización. El órgano legislativo es el único poder plural, en él participan aquellas fuerzas políticas que los ciudadanos reconocen -en Coahuila están representados el PAN, el PRD, el PRI y el Partido Primero Coahuila, las fuerzas partidistas se organizan al interior del Congreso en grupos parlamentarios-, por ello en él se expresan las voces que la sociedad ha decidido con su voto que los represente, y por tanto, en este espacio se manifiestan las diferencias, que si no fuera porque esta institución tiene una influencia moderadora, las pasiones expresadas pueden llegar al delirio y constituirse en un peligro para la democracia; aquí reside la principal contribución de la mayoría en los Congresos: ser el factor que rompe con la dinámica destructora que puede conducir a la inestabilidad y a la ingobernabilidad.
Las reglas del juego son muchas; pero con respecto al régimen, plantea Sartori, la regla principal es la que decide sobre cómo decidir, la que establece un método de resolución de conflictos. Una sociedad política sin una regla de resolución de los conflictos es una sociedad expuesta a pelearse por cada conflicto: y en ese caso "conflicto" es la palabra adecuada. En las democracias los conflictos han de resolverse pacíficamente (sin violencia y sin recurrir a la fuerza), y su resolución pacífica se confía al criterio mayoritario. Y uno de esos espacios de resolución de los conflictos por la vía pacífica son los parlamentos.

Salvador Hernández Vélez
jshvelez@hotmail.com

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