El debate a consecuencia de estas movilizaciones también es muy diferente. En México no se cuestiona si estos movimientos son o no legítimos. En cambio en Bolivia se discute si ¿la presión de los movimientos sociales desvirtúa el funcionamiento de las democracias? O bien si ¿la presión que ejercen dichos movimientos sociales sirve para contrarrestar las presiones del gran poder económico transnacional sobre los gobiernos democráticos?
En todo caso en nuestro país muchas personas opinan que la presión de las masas a lo más es una especie de chantaje y de posicionamiento de la oposición con motivos estrictamente electorales. De esto desprenden que este tipo de movilizaciones no son legítimas y que se corre el peligro de desplazar el poder de los órganos de gobierno a los espacios públicos, poniendo en peligro la democracia representativa. En el cambio de un régimen de partido hegemónico a uno de pluralidad política el proceso no puede ser terso. Los grupos de poder y de interés que se sienten afectados defenderán sus privilegios que les otorgaba el viejo régimen, por lo que el gobierno estará sometido a toda clase de presiones. La realidad es áspera.
En cambio los diferentes grupos de poder económico, político o financiero no tienen que tomar la calle para presionar y defender sus intereses, los métodos que implementan operan en lo oscurito, hacen lobbying en oficinas privadas bajo el influjo de una humeante taza de café, por lo que no alteran la vía pública. La forma de operar hace gala de las buenas costumbres, de lenguajes cifrados con campañas orquestadas en los medios masivos de comunicación o a veces arreglan con una buena comida o una simple llamada telefónica. Incluso en los cables de Wikileaks podemos encontrar evidencias de estas formas de operar. En Estados Unidos por ejemplo los lobbystas son los grupos de profesionales con más influencia en la política norteamericana.
Mientras que los grandes grupos de poder poseen mecanismos legales y aceptados por la sociedad para legitimar sus intereses los movimientos populares que toman la calle para presionar no cuentan con los medios para que sus intereses sean aceptados socialmente como legítimos. Por el contrario son repudiados porque bloquean las calles y toman oficinas públicas. Frente a esto el único camino que les queda a los ciudadanos económicamente más débiles es la movilización organizada, sólo así pueden hacer frente a las fuerzas económicas y sociales que le son adversas. Los ejemplos más recientes de que los avances sociales y políticos, en términos de democracia, libertad, igualdad y derechos humanos para los ciudadanos, se han conseguido gracias a las acciones conscientes y persistentes de los movimientos sociales son los que se llevan a cabo en Libia, Túnez y Egipto.
Una de las tareas fundamentales de los gobiernos democráticos es gestionar que la energía social de los movimientos sociales se canalice a la elaboración de políticas públicas que sirvan para resolver los diferentes problemas que plantean los ciudadanos de más bajos recursos. De esto se desprende que en vez de tender a controlar o desactivar los movimientos se debe canalizarlos para fortalecer la gestión pública, la democracia y sobre todo la participación de los ciudadanos para que de esa manera haya un mejor control del poder público.
Como lo plantea Giovani Sartori "A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César y a la sociedad civil lo que es de la sociedad civil", dicho de otra forma los movimientos sociales deben preservar su autonomía frente a cualquier tipo de poder político para así poder enfrentarse a todas las clases de "gasolinazos" que en el horizonte de la historia puedan aparecer.
Salvador Hernández Vélez
jshvelez@hotmail.com
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