En 1997 nuestra vegetación en la Laguna se afectó por la helada del aquel doce de diciembre. Pero no hicimos caso. Llevamos trece años de retraso, volvimos a plantar árboles no aptos a la región. De nuevo la naturaleza nos castigó y con mayor rigor. Las mismas especies de flora que se afectaron en aquella helada negra son las que ahora están dañadas. A tres meses de la helada todavía no terminamos de sacar los árboles secos que están diseminados a lo largo y a lo ancho del la ciudad. Las hojas secas en muchos árboles siguen sin caerse y las sombras que producen acompañan a las sombras de los árboles que quedaron en pie. El cambio climático seguramente seguirá provocando muy bajas temperaturas por ello hay que prepararnos con flora de nuestra región o adaptada para enfrentarlas en mejores condiciones.
Platicando con Rocío García, dueña de seis hermosos mezquites que dan realce a la fachada de su casa, nos platicó que un ingeniero de la Narro la convenció de plantar esos hermosos árboles. Que el ingeniero elaboró un proyecto de paisajismo urbano para nuestra ciudad con flora de estas zonas áridas, pero que en varios lugares donde lo presentó no lo tomaron en cuenta. Ninguno de las instancias de ecología consideró la propuesta y ahora estamos padeciendo la falta de políticas públicas que fomenten una flora acorde con nuestras condiciones. Ayer una joven le comentaba a mi hermano Rodolfo sobre los bonitos atardeceres laguneros que anteriormente ella no había visto y él le contesto "es que ahora que no nos tapan los árboles nuestro margen de visión ha aumentado y hasta vemos los atardeceres". Incluso el sol se ha vuelto más inclemente.
En los mezquites que se encuentran en nuestras tierras hay sitios donde abundan muchos de ellos invadidos por plantas parásitas que crecen sobre las ramas de los mismos. Estas plantas crecen en forma de racimos. Así se perciben los brotes de los ficus y de los pingüicos que fueron afectados por la helada de febrero pasado. En el caso de las nuevas ramas en vez de desarrollarse hacia arriba lo hacen hacía abajo, tienen la forma de las plantas parásitas. Nacen en conductos secundarios sin la fuerza suficiente para llega a ser ramas. Y en los pingüicos al principio nacen hacía arriba y cuando alcanzan unos cincuenta centímetros se doblan, cuelgan y luego se desprenden de las ramas afectadas por la helada en las que se aprecian manchas negras. Si tocas esta parte oscura notarás lo fuerte de su color, se pega en la piel y es difícil quitarlo.
La actitud de recrear los errores, de seguir plantando árboles que en la próxima helada morirán, me recuerda las palabras de Hernry Miller en su libro La sonrisa al pie de la escala: "... andar a tientas como un ciego, cuando todas las señales indican la dirección correcta; insistir en abrir la puerta que no se debe, aunque tenga el letrero de ¡Peligro!; chocar contra el espejo, en lugar de sortearlo; mirar por la punta de un fusil ¡un fusil cargado!: la gente no se cansa de esos absurdos, porque durante milenios los seres humanos se han equivocado siempre de camino, porque durante milenios todas sus búsquedas e interrogaciones acaban conduciéndolos a un callejón sin salida." ¿Cuántas heladas tienen que pasar para que aprendamos y cambiemos de actitud?
El cambio climático y la ayuda de nosotros los humanos han transformado nuestro ecosistema, poniéndolo en riesgo. Es el momento de revertir este deterioro con la colaboración de los ciudadanos, en otras regiones que también cuentan con entornos semi desérticos han reforestado con especies propias de esos lugares. Los gobiernos y los ciudadanos han instalado comités que se encargan de promover la plantación de especies nativas y que hacen conciencia de las ventajas ecológicas, ambientalistas y de embellecimiento que se puede lograr con árboles nativos o adaptados.
Las circunstancias nos obligan a implementar una estrategia de política pública que con base en un plan y en programas podamos gestionar una reforestación en nuestra región que respete la biodiversidad biológica de nuestra región y que promueva la educación ambiental a la vez que incita a la participación ciudadana para alcanzar un desarrollo sustentable que nos permita una mejor calidad de vida para nosotros y para las futuras generaciones. A ver si ahora aprendemos.
Salvador Hernández Vélez
jshvelez@hotmail.com
Da tristeza , reconocer que no aprendemos la lección, recorriendo las calles de la ciudad, en muchos solares , veo los restos de árboles.
ResponderEliminarEn nuestra comarca lagunera, padecemos de alergias, por consecuencia de la ausencia de esta flora se acentuó las enfermedades de vías respiratorias.
En mi opinión , he visto que las palmeras datileras y de otras variedades , resultaron menos afectadas que otras especies , aclaro no soy botánico, sólo un ciudadano , como los demás afectado por este intenso clima caluroso.
Es tarea de todas las familias , cuando menos sembrar un árbol y reponer lo afectado.