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martes, 2 de agosto de 2011

A seis meses de la helada

Este 4 de agosto se cumplen seis meses de la helada del 4 de febrero, la que dejó nuestras calles desprotegidas del inclemente sol que nos acompaña en estos días. Observar nuestras casas y calles pelonas nos provoca una sensación diferente. Hace una semana unos amigos me invitaron a desayunar a la casa de una compañera de los tiempos en que estudiaba en el Tecnológico de la Laguna, cuando iba a encaminarme hacia el lugar de la reunión hablé para preguntar la dirección. Me contestó la dueña de la casa sorprendida de que no supiera llegar a su domicilio dado que desde hace años la he visitado. Le dije que debido a la helada de febrero ahora habían desaparecido mis puntos de referencia. Los grandes árboles con los que me guiaba para identificar su casa ya no existen, ahora hay que volver a recurrir a los nombres de las calles y a la numeración correspondiente. 


En mis recorridos por esta ciudad del semidesierto en la que vivo, Torreón, no me canso de observar los estragos que causó la helada. Por diferentes puntos de la ciudad día a día aparecen montones de ramas y de árboles secos, son verdaderos peligros ya que también me ha tocado presenciar grandes fogatas que algún transeúnte sin conciencia provocan al arrojar un cerillo. El traslado de estos deshechos de árboles secos hacia los puntos donde se está triturando para hacer abonos, lleva a veces varios días, por lo que la acumulación de ramas invade grandes espacios, sobre todo de estacionamientos de vehículos y de lotes baldíos. El panorama es muy deprimente. 


Los árboles que se dañaron, particularmente ficus y pingüicos observan un desarrollo muy curioso. Los brotes en los ficus salen en forma de racimos, y se desarrollan hacia abajo, incluso los primeros que salieron ahora empiezan a secarse, como que se les acaba la fuerza. En los pingüicos las pequeñas ramas crecen hacia arriba pero después de unas semanas se empiezan a doblar y a caer. En las ramas secas de estos árboles la corteza empieza a desprenderse y el color interno es negro. Hay muchos torreonenses que todavía abrigan la esperanza que regando sus árboles dañados, podándolos y fertilizándolos se recuperarán. La naturaleza se está cobrando que no la respetemos. Los árboles que no son nativos de esta región, no están acondicionados para afrontar los cambios bruscos de temperatura. 


La ciudad necesita de una gran cantidad de árboles, pero muchos ciudadanos no aprendieron de la helada de febrero y siguen plantando árboles que no están aclimatados a nuestra región, la naturaleza nos lo cobrará en la siguiente helada. Por otra parte también observamos en nuestra ciudad de Torreón que en diferentes calles y frentes de las casas, así como en los jardines se están trasplantando yucas y especies xerófitas. Cabría preguntarse si la venta obedece a un programa de manejo sustentable de nuestro semidesierto. Tampoco se vale afectar la flora de nuestra región para adornar nuestras calles y casas. 


Lo más grave que he observado es que muchas de esas especies que han transplantado se están secando porque en la gente existe la percepción de que como son del semidesierto no necesitan agua. Toda especie forestal aunque sea del semidesierto requiere agua. Como es lógico las plantas que están extrayendo son las más bonitas que encuentran, se les olvida que precisamente son las mejores porque están en algún sitio donde hace una pequeña cuenca que almacena agua cuando llueve. Para extraerla le cortan parte de sus raíces, lo que afecta el proceso de se futuro desarrollo. Los campesinos me enseñaron que antes de transplantar una yuca hay que dejar que primero cicatricen las heridas causadas a sus raíces al momento de desprenderlas de su entorno. Después ya se pueden plantar, pero para que se vuelvan a establecer se requiere que sea en una tierra adecuada y hay que proporcionarles también el agua requerida. 


A seis meses las hojas de lo arboles que no han sido podados todavía se mantienen en las ramas secas, lo más curioso es que las hojas han resistido a las corrientes de aire de nuestras tolvaneras, cuando éstas han tumbado espectaculares y árboles que no han sido podados, las hojas parece que están petrificadas. 

Salvador Hernández Vélez
jshvelez@hotmail.com

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