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martes, 26 de octubre de 2010

De jardinero a surfista


Los problemas estructurales de la región lagunera reciben diferentes tratamientos, según la visión de los agentes involucrados. En el caso del arsénico en el agua algunos opinan que es responsabilidad del Sistema Municipal de Aguas y Saneamiento de Torreón (SIMAS), otros que están exagerando el tema y que el agua nunca se va a acabar. Hay quienes opinan de la importancia de mantener los negocios relacionados con la explotación de los acuíferos. Otros sostenemos que la vocación agropecuaria de la Laguna se agotó, y ahora lo importante es cuidar el equilibrio del agua en el subsuelo, para asegurar la viabilidad de nuestra región.
La problemática tiene varias aristas, una de ellas es la limpieza. Para la Promotora Ambiental S.A. Torreón (PASA), la recolección de basura es exclusivamente un negocio. No ha cumplido con las labores de remediación del antiguo relleno sanitario. Lleva más de un año con argucias legales, alargando el contrato terminado desde agosto de 2009. PASA se ha opuesto permanentemente a una nueva licitación. Debe haber un nuevo contrato, con diferentes reglas para mejorar la colecta de la basura. Las normas establecidas en 1996 no contemplaron opciones de sustentabilidad. El reciclado y el tratamiento debe evitar en lo posible resguardar el mayor tonelaje de residuos. La limpieza de una ciudad frente a los problemas ambientales demanda un cambio de cultura de sus habitantes.
Las reservas ecológicas son otra vertiente significativa. La más importante en la región es la Sierra de Jimulco. Desde hace varias administraciones municipales, agrupaciones de la sociedad civil y ejidatarios de esa zona, han promovido la conservación de dicha área. Los problemas están a la orden del día. Ejidatarios y grupos de avecindados se oponen a un manejo sustentable de la zona. En vez de poner sobre la mesa la defensa y desarrollo sustentable de la sierra, andan en la disputa de los pocos recursos asignados a esta materia.
Otro punto importante son las reglas de convivencia entre los pobladores de las ciudades y las estrategias de planificación del entorno urbano, en las cuales se debe privilegiar a la gente en vez de poner en primer término a su majestad el automóvil. Las situaciones que estamos enfrentando día a día, nos obligan a buscar formas alternativas de vida humana en la tierra. Hace días una reconocida profesionista en Torreón me comentaba: "...primero a unas cuadras de mi casa asaltaron a mi hijo a plena luz del día y nadie lo ayudó. Dos días después, afuera del consultorio de mi esposo rompieron el vidrio de su coche y se llevaron la computadora. Tampoco nadie oyó, ni vio. Afuera de mi casa, se robaron la alcantarilla y el medidor del agua. Tampoco nadie escuchó ni vio nada. ¿Qué sigue Salvador, que me llamen y le pongan precio a mi marido? Qué bueno que mis hijos ya no viven aquí. No quiero que estén en esta impunidad y este miedo diario". Hay una gran ausencia de solidaridad. No nos interesa el prójimo.
De estos ejemplos intuimos que diferentes aspectos no están funcionando como se debe. Zygmunt Bauman en Tiempos líquidos reflexiona sobre los problemas de esta sociedad desestrucutrada. Nos habla de las posturas asumidas frente al mundo. La del guardabosques y la del jardinero. El guardabosques tiene la misión de proteger el territorio a su cargo de cualquier interferencia humana para asegurar el «equilibrio natural», considera que las cosas están mejor cuando no se tocan. En cambio el jardinero concibe el mundo de otra manera, así lo precisa Bauman: "...da por sentado que no habría orden en el mundo (o al menos en aquella pequeña parte del mundo a sus cargo) sino fuese por sus cuidados y esfuerzos continuados. El jardinero sabe cuales plantas crecerán y cuáles no en la parcela cuidada". Por ello ya no cabe la arcaica concepción de que la naturaleza debe servirnos, ella requiere de cuidados, atenciones y tiempo para poder ofrecernos sus beneficios.
El problema en el mundo actual es que la actitud del cazador se impone a la del jardinero. Señala Bauman, "al cazador le da igual «el equilibrio de las cosas», ya sea éste «natural», premeditado o artificial. Lo único que interesa a los cazadores es «cobrarse» una nueva pieza que llene su morral". Qué importan las consecuencias, si se acaba el agua, se van a otro lugar. Piensan que no verán el agotamiento de los mantos acuíferos, por tanto no hay de qué preocuparse y en todo caso, pues que se angustien las nuevas generaciones. Tal parece que en la vorágine actual, para mantenernos a flote, como ya no encajan los jardineros, ahora hay que aprender surf.
Salvador Hernández Vélez
jshvelez@hotmail.com

 

 



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