El último candidato priista designado por el Ejecutivo Federal para la presidencia de la República fue Francisco Labastida. En el 2000 Ernesto Zedillo mantenía una "sana distancia" y no explotó su papel de primer priista a lo largo de su mandato. Sin embargo, la tentación pudo más que su convicción política, y ejerció su facultad influir en la elección del candidato, en los estertores de fin del régimen de partido hegemónico. Lázaro Cárdenas acabó con la "diarquía", iniciando un nuevo sistema político.
La "diarquía" sistema político de México bajo la conducción de Calles, es una doble estructura que separaba al más alto nivel la política de la administración, era como un gobierno bicefálico, una de esas cabezas ejecutivas controlaba por Ley la administración; la otra dirigía la totalidad de las acciones políticas, incluso las electorales, y el manejo libremente de las Cámaras, a través del partido. Desde Cárdenas hasta Zedillo, con el exilio de Calles en abril de 1936, el dirigente real del partido lo fue el presidente en turno. Las cosas cambiaron con la alternancia en el 2000 cuando el tricolor perdió el máximo poder del país. El PRI dejó de ser un partido controlado desde el ejecutivo federal.
Bajo estas nuevas circunstancias, el Revolucionario Institucional se enfrentó por primera vez a la necesidad de elegir a su dirigente, sin la intervención del jefe del ejecutivo. Roberto Madrazo Pintado llega a la dirigencia del tricolor en una consulta abierta a la militancia partidaria, en medio de la orfandad y con la intervención de un conjunto de centros de poder radicados en los estados. En esta primera prueba, el PRI supo darle cause a las fuerzas internas partidistas que amenazaban con desbordarse. En la segunda elección el proceso de consensos y acuerdos internos entre los grupos partidarios y los gobernadores priistas permitieron elegir la dirigencia del partido sin fracturas que lamentar. El tricolor salió consolidado de este proceso y con buenas cuentas en las elecciones federales intermedias y en las elecciones estatales. Ahora, es el partido con mayores posibilidades para ganar la silla más importante de México.
En la antesala de la elección para renovar las Cámaras y elegir al nuevo ejecutivo federal, el PRI tiene que resolver la elección de su nueva dirigencia. De su resultado depende en gran parte el regreso a Los Pinos. De 1933 a 1934 la candidatura de Cárdenas a la Presidencia de la República sumó a las fuerzas emergentes necesarias para afianzar el proceso de institucionalización que demandaba el desarrollo del país. En la elección del dirigente del partido, para salir airoso y con nuevas fuerzas, el PRI ahora necesita sumar votantes más allá de sus sectores tradicionales.
El Revolucionario Institucional no sólo requiere de un candidato de nuevo cuño, sino también un líder partidista que mande un mensaje de un PRI que no es más de lo mismo. El priismo quiere caras diferentes y los electores jóvenes exigen nuevas esperanzas, que sean un aliento para llegar a posiciones de dirigencia a partir de una trayectoria que empieza desde abajo. Desde lo local y desde las bases de la militancia. Así llegó Humberto Moreira a la gubernatura del estado, sin pertenecer a los grupos tradicionales del priismo y sin el apoyo abierto de los grupos empresariales tradicionales. En la Laguna, los que le apostaron a la precandidatura del profe fueron agentes políticos que estaban fuera de los esquemas de la "línea" y otros que por primera vez participaban en política. Los demás agentes y grupos ya estaban copados o comprometidos con otros precandidatos. La apuesta de sumar fuerzas emergentes le pavimentó el camino para ser candidato del PRI a la gubernatura. Llegó sin los compromisos tradicionales.
Ser ahora el gobernador mejor posicionado del país, ¿así lo califican los coahuilenses ?, le proporciona una excelente carta de presentación. Moreira es el gobernador del estado más priista del país. Dicen los especialistas en marketing que el mensaje en un mundo de alta competitividad es el producto. De acuerdo con esa concepción, Moreira es un producto político que viene de la política del esfuerzo, desde abajo. Ha cumplido a los coahuilenses con sus promesas de campaña, es un político ganador, es uno de los gobernantes más jóvenes del país, es emprendedor, carismático, entrón y con una gran capacidad de trabajo. Sobre todo con un estilo de trabajo que privilegia una actitud de respeto, aprecio y reconocimiento a los ciudadanos. Sabe escuchar a la gente, a los hombres, a las mujeres, a los niños y los adultos, los trata bien y los acepta como son, se identifica con ellos. Estos son sus activos para dirigir el PRI.
Salvador Hernández Vélez
jshvelez@hotmail.com
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